Cesar Rampe
el fotopoeta
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Nahual
El Oráculo ha sido claro: “Dar la piel”.
El Oráculo… el último encuentro que tuvo antes de ser acorralado por los Soberanos.
La Confederación soberana pretende propagarse más allá de lo propio
y por todo el universo, exigiendo lealtad y molde entre todos sus tributarios.
Y la cacería de sus disidentes para condenarlos.
Una docena de palatinos salen a la caza de Kante, el de dulce mirada.
Kante.
Espíritu y chamán de ritos ancestrales.
Corre ahora entre sauces y caobas,
consternado por la fealdad del corazón humano,
perseguido por el séquito imperial, con el Barón a la cabeza.
La ambición es ambivalente.
La sufren también las plantas al crecer en la selva,
aunque ellas acaban entendiéndose naturalmente.
Las plantas fluyen. El hombre es altamente influenciable e influyente.
¿Cuál es el objeto de la vida?
La alabarda de plasma chispea en las manos del Barón,
con hambre y sed de justicia.
Si un día fue oprimido, hoy se considera líder.
Su meta es la simetría suprema para el bienestar de unos ciudadanos unidos.
Una unión que hace, de hombres y territorio, la fuerza.
El Barón es rápido.
El Barón es letal.
Ha cruzado el río en solitario,
adentrándose en lo más profundo del bosque tropical brumoso.
Quiere ser el primero, quiere ser el único.
El premio es suculento.
El Barón, nacido como Reto y con el cordón alrededor del cuello, ha arrebatado en su camino más vidas que nubes habrá hoy.
Activa su ‘podocalculador’. La presa está cerca.
“Nosotros somos los buenos”,
se convence a sí mismo, tal como hacemos todos.
Además, amenaza tormenta.
Ha de ser hábil o pronto los terminales dejarán de ser útiles.
De repente, un par de guacamayos salen volando de detrás del ancho tronco de un árbol. “Seguro que estás ahí…”
Reto se acerca sigilosamente al lugar revelado,
rodeando la inmensa ceiba con la alabarda en alto.
“En efecto.”
Sentado al pie del árbol, Kante está en mitad de una oración.
Tiene el torso desnudo, pintado de arcilla verde y con un amuleto emplumado.
Está esperando a una muerte con guadaña de electrodos.
“Ajá!”
Se jacta el Barón, situando el filo de su arma a la altura de la sien
del condenado.
“Prepárate a morir Nahual, ni la conversión en tu animal
podrá salvarte hoy…”
“Mi animal…” Murmura Kante. “Mi nahual… es el ser humano.”
En ese instante su rezo deriva en metamorfosis.
Al tiempo que ambos cuerpos transmutan,
la cuchilla electrizante cae sobre el rostro de Kante.
El asta impacta y muerde.
Un hombre se desploma sobre el musgo.
Bajo la ceiba yace inconsciente la víctima,
a la vez que verdugo,
con un nuevo rostro por acoger cuando despierte.
De pie, con las manos desnudas y unos ojos color miel,
la figura del Barón susurra al inerte:
“Paz en los corazones, luz en tu camino.”
Entonces prosigue su marcha. Hay mucha selva por recorrer.
En eso, empieza a llover.
📷 from Creative Commons CC
📝 by Cesar Rampe